jueves, mayo 26, 2005

Model: Una Visión Coreana de Drácula


Cuando tomé entre mis manos este tomo publicado por La Cúpula, vi rápidamente que seguía bastante la estética de la obra con la que la editorial catalana inició su andadura con esto del Manwha, Tarot Café. Casi en un vistazo superficial se puede observar que el tomo seguía con esa estética pseudogótica de vaporosos vestidos e imponentes imágenes comparables a series niponas a lo Alichino, con ese toque mágico-esotérico y con esa estética de lánguidos gestos tan "visual" (con acento en la "i"), tan Gackt.

Al leer el tomo, que se devora con velocidad gracias a una narrativa dinámica, pronto me vi inmerso en una historia bastante "Bramstokiana". Me explico: desde casi los primeros momentos de la historia, nuestra protagonista, una joven e impulsiva pintora llamada Chiye, se encuentra a un hombre de extraordinaria belleza y encanto que se ofrece como modelo para sus cuadros a cambio de que ella se vaya a vivir a su mansión, su inmensa y misteriosa mansión...

Allí, su huesped conocerá a sus sirvientes, sus historias, sus pasados y algún que otro secreto aunque, la verdad, tras que él se descubra ante ella como un vampiro, tan sólo las sanguíneas perversiones vampiriles logran hacerle algo de mella, emulando una especie de convivencia como la que tienen Drácula y Jonathan Harker en el castillo de los Cárpatos. Aunque, eso sí, dudo mucho que la cosa acabe con el vampiro paseando por Seul, intentando arrebatarle el novio a Chiye y que, problamente, la cosa se centre mucho más en la relación amor-odio de sendos protagonistas, con estelares secundarios haciendo impactantes apariciones a lo largo de esta obra de toque oscurantista y chic al tiempo, en historias de fantasía oscura a la tenue luz de la luna, bajo la decimonónica sombra de un árbol retorcido.

No, no me burlo, a lo que me refiero es simplemente a que los tópicos góticos se acumulan a raudales en la obra, uno tras otro, aunque los ligeros gags con los que la autora golpea alguno de los momentos dramáticos, hacen que la cosa resulte más distentida y lo que a todas, todas, pueda parecer una historia plana que ya hemos catado cientos de millones de veces, se convierta en un entretenimiento amable, que se lee con gusto siempre que no se lleven pretensiones. Éste manwha, tiene su público y a ese público, amante de las historias descorazonadas, los vestidos oscuros repletos de volantes y las poses de aire afligido, seguramente disfrute como un auténtico enano. Yo, por mi parte, me entretuve... y es que eso es precisamente esta serie, una obra entretenida que no imprescindible.