martes, febrero 01, 2005

Shamo: El Rostro del Demonio


Estos últimos días he vuelto a estar algo desconectado, absorto un poco por la realidad política con Ibarretxes y Zapateros tirándose los trastos a la cabeza, escribiendo mucho pero para otros asuntos ¿Si me vuelvo a disculpar seguirá sonando tan hueco como de costumbre? Espero que no y que me perdonéis lo desastre que soy.

Bueno, con la recuperación del buen tiempo, han llegado de nuevo mis escapadas lectoras a los parques madrileños y he devorado unos cuantos números de unas series que ya van bastante avanzadas y que, con el paso de los números, se puede mirar atrás y hacer un pequeño balance de lo que van siendo estas series.

La primera es Shamo, una serie que Otakuland se animó hace tiempo entre la confusión de los seguidores del manga españoles pues, una editorial que hasta entonces había hecho apuestas seguras (Bateadores de Adachi, BT'X de Kurumada y el pedazo de clásico indispensable que es Hiroshima) nos traía una serie que se conocía muy poco. Tras indagar un poquito y revisar en webs y foros franceses, me di cuenta que era una serie que pese a que pasaba desapercibida entre la vorágine editora francesa, aquellos que la leían parecían auténticos apasionados al hablar de ella. Y lo cierto es que, tras que el número 10 haya sido publicado en España, temo decir que a mí me ha sucedido lo mismo.

Shamo es una serie cruenta, brutal, casi sádica pero, al ser una serie de artes marciales, es exactamente eso lo que se espera. Cuando abrí el primer número de Shamo, lo miraba escéptico, sin saber exactametne que me encontraría y, con el paso de los números, la narrativa dinámica de Akio Tanaka y el impactante guión de Izo Hashimoto me hicieron un auténtico adicto de una serie que, pese a lo que te cuenta no es mucho más que una sucesión de combates y la psicología de sus personajes principales, gracias al realismo y al repulsivo carisma de su protagonista, hace que consumas un número tras otro dejándote ansioso de saber como continúa la cosa. La lástima es que ni las portadas de la serie resultan atractivas, ni la edición de Otakuland está a la altura de lo que se encuentra en su interior. Cuando no se cometen errores de rotulación, hacen auténticos destrozos como ha sucedido en la sobrecubierta del número 10, donde han dejado todos los textos en japonés, sin traducir siquiera los autores. Un tirón de orejas para la editorial madrileña por semejante chapuza.

Del resto, ya os seguiré comentando.